Tú, yo, y las notas que escribimos by Verónica Espinosa

Tú, yo, y las notas que escribimos by Verónica Espinosa

autor:Verónica Espinosa [Espinosa, Verónica]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2023-08-26T22:00:00+00:00


··········

No recuerdo haber visto la terraza tan llena de gente en toda mi vida. La música infantil no ha dejado de sonar en ningún momento y apenas se puede escuchar algo en claro por las conversaciones que mantienen las personas que han acudido a la fiesta. Todo huele a dulce y brilla bajo las luces que Carole y yo colocamos hace unas horas. Si el abuelo estuviera aquí se quedaría maravillado al ver que este bonito lugar está lleno de vida.

Doudou se ha llevado una gran sorpresa al llegar a la azotea y ver con sus propios ojos todo lo que habíamos preparado para ella. Lleva horas jugando con sus amigos y estoy segura de que no dormirá nada a causa de todo el dulce que ha ingerido.

El último cumpleaños que celebré así fue cuando cumplí los ochos años. Nunca olvidaré el libro de Alicia en el país de las maravillas que me regaló el abuelo ese día; lo estuve leyendo durante años y aún lo mantengo conmigo. A esa edad los regalos son especiales y también mágicos.

—Ese vestido me gusta mucho más que el rojo. —Carole susurra estas palabras aprovechándose de que pasa por mi lado derecho mientras que recojo algunos restos de comida. Por alguna razón no me veía vistiendo de una manera tan llamativa y elegí uno más sencillo de color azul marino brillante—. Estás muy guapa.

—¡Cállate! —protesto.

Tan pronto como me quejo y levanto la mirada, Janah se convierte en lo único que existe a mi alrededor. Brilla como lo hace un faro en mitad del océano, lleva su pelo recogido en una pequeña coleta en lo alto y ese vestido de lana negro que lleva puesto se le ajusta a cada curva de su cuerpo. Lo único que paso por alto, y que consigo observar un par de segundos más tarde, son esas botas de piel que le llegan hasta la rodilla. Ni siquiera me doy cuenta de que la boca se me ha abierto hasta que Carole empuja mi barbilla para obligarme a cerrar los labios.

Janah levanta una mano y saluda.

—Creo que está esperando que vayas a saludarla…

—Y yo creo que eres la peor celestina que ha existido —susurro y suelto todos los platos sobre una de las mesas cercanas para limpiarme las manos con una servilleta de color rosa y caminar en dirección hasta la recién llegada.

Hay cosas que no esperaba sentir después de lo ocurrido con Adelaide, pero conforme avanzo y me acerco un poco más a Janah, vuelvo a convertirme en la adolescente que fui una vez. Noto que mi corazón empieza a latir rápido y que, a pesar del frío que hace esta noche, siento calor. Ni siquiera soy consciente de cómo arrastro las manos por mi cuerpo asegurándome que todo está en su lugar. Lo único que sé es que una vez que estoy frente a ella, la sonrisa aparece sola y el resto del mundo desaparece.

—Bienvenue au paradis —le digo tratando de controlar los nervios—. ¿Te ha sido complicado llegar hasta aquí?

—Para nada, vivo a un par de manzanas de aquí.



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